Un curioso libro que toda la Comarca deberia leer y aprender un poco de nuestra historia, no solo la historia de Guadalmez que tambien tiene su importancia, si no todos los pueblos que conformamos esta rica Comarca.
Autor: Carlos Mora Mesa
Desde mi más tierna infancia tengo que reconocer que la historia me ha
apasionado, el relato de hechos acontecidos en otros tiempos y otros lugares por
personajes que con su hacer han ido modelando el mundo que hoy día conocemos, me
llenaba de curiosidad y me hacía soñar. Pero todas estas emociones se truncaban a la
hora de conocer la historia de la tierra en la que me he criado. Siempre he escuchado a
los mayores decir que Guadalmez no tenía historia, que era un pueblo nuevo, porque
había sido desde un principio una calle de Chillón. Lo cierto es que si uno visitaba villas
como Capilla, Santa Eufemia o Belalcázar, pronto se daba cuenta del rico legado
histórico que estas poblaciones poseen, y paseando por sus calles, descansando en sus
plazas o bebiendo agua de sus fuentes, cualquiera podría sentir el paso de siglos y siglos
por esos mismos lugares. Era fácil imaginar miles de historias y acontecimientos que
guardaban sus piedras, desde la época de los romanos hasta la de los caballeros
medievales o los labriegos y nobles de la España Imperial. Con Guadalmez no ocurría
lo mismo, no tenía un castillo o una gran iglesia que nos permitieran viajar en el tiempo,
no tenía calles empinadas ni casas blasonadas que rememoraran otras épocas. Todo en
él parecía nuevo, producto del trabajo de nuestros padres y abuelos. Incluso los
estudiosos de estos temas y las academias oficiales lo ignoraban en sus trabajos,
despreciando cualquier referencia que hubiera sobre él.
Con los años y mi curiosidad, la realidad iba a ser bien distinta, pues Guadalmez,
era cierto, había comenzado siendo una aldea de Chillón, pero una aldea casi autónoma,
con una población que también supo hacer historia al igual que los pueblos vecinos.
Una aldea, que como la mayoría de las localidades circundantes surgió en el periodo
posterior a la conquista cristiana, y que se había construido sobre las ruinas de
civilizaciones pasadas: turdetanos, íberos, romanos y árabes.
Si uno osaba soplar el polvo que cubre la memoria histórica, pronto comenzaban
a aparecer datos de esta tierra y de las gentes que durante siglos la habitaron.
Su dependencia a Chillón, villa matriz, hará que a lo largo de varias centurias
sea difícil discernir lo relativo a Guadalmez, y es por ello que en el presente trabajo su
historia aparece entrelazada en muchas ocasiones, sin poder delimitar dónde acaba una
y comienza la otra o de qué naturaleza sean sus vecinos, pero cuando los mismos
acontecimientos se viven en comunidad, tanto son de unos como de otros.
Cansado de los acostumbrados relatos, monótonos y repletos de frías notas, he
pretendido escribir un relato, con una nueva forma de hacer historia, donde las
estadísticas se unan a los anhelos y emociones de unas personas, que como nosotros,
sintieron la vida como un río desbocado de pasiones que nos alejan de la repetitiva
cotidianeidad. Una nueva forma de ver el acontecer histórico desde la narrativa
descriptiva de datos y hechos y el sensacionalismo periodístico, sin olvidar lo más
íntimo de aquellas personas, a través de lo que conocemos de sus biografías.
Esta es una historia de historias, que pretende entender cómo trascurrió la vida
de un grupo de gentes que habitaron en una pequeña aldea, sin los acontecimientos y
novedades que acontecen en una ciudad. Es la historia de unas personas sencillas, pero
que con su trabajo nos han legado lo que hoy es y pueda llegar a ser, en un futuro,
Guadalmez. Es por ello, que cada uno de los capítulos esté encabezado por una de
aquellas personas que nos precedieron en esta tierra, y que intentemos recrear, en lo
posible, su vida, una vida anónima que también tuvo su historia. Por tanto, narra los
hechos de esa gente para que puedan ser comprendidos por nosotros, sus descendientes,
y con ello se aparta del academicismo oficial, tan encorsetado y seco en la plasmación
de los datos, careciendo de la emoción que toda empresa humana conlleva.
Se podría atacar a esta obra de falta de objetividad en alguno de sus postulados o
de carecer de un criterio neutro, del que tanta gala hace la narración ortodoxa, pero lo
cierto es que la falta de compromiso por cualquier autor es una quimera: todos plasman
en sus trabajos su punto de vista, la forma que tienen de enfrentarse a una realidad, tan
variada y diversa, que anula cualquier pretensión de objetividad estricta.
Al igual que cualquier obra profesional, este libro aporta una serie de datos,
obtenidos de numerosos archivos y documentos, que tal y como se transcriben no nos
aportarían nada si los mismos no son analizados, y por tanto comentados, para obtener
de ellos la máxima información.
Hay también una serie de situaciones recreadas, basadas en referencias objetivas
y reales, pero que contienen una narración en la que la información y la lógica se
emplean para lograr esa comprensión de lo que en realidad debió ocurrir, y si no fuera
así, la realidad no debió estar muy alejada. Ello no resta credibilidad alguna a esta
historia, pues no dejan de ser teorías como tantas otras que alimentan las obras
académicas. Son respuestas plausibles a un rompecabezas de fechas, nombres y hechos.
En las páginas siguientes cualquier lector podrá conocer la historia de un
territorio que atrajo a los pueblos de la antigüedad y la de una población, encastillada en
un primer momento en la fortaleza de Aznaharón, que perdido el miedo a las guerras,
bajó al llano levantando un asentamiento, las Casas de Domingo Estevan, que años
después se convertiría en la aldea de Guadarmes, esa misma a la que los viejos del lugar
han catalogado como “una calle de Chillón”.
Espero que el lector disfrute tanto o más como yo lo he hecho al escribirlo,
durante ocho largos años, y que le aporte el conocimiento necesario para llegar a amar
esta tierra como yo la amo.