El Convento de San Antonio de Chillón

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El Convento de San Antonio de Chillón
Durante el último tercio del siglo XV y el primero del siglo XVI, se va a producir una intensa misión apostólica por parte de frailes y regidores de la Orden franciscana, en toda la zona norte del Obispado cordobés, gracias al empeño de extender dicha Orden por toda la provincia mostrado por el Padre Fray Francisco de los Ángeles y Quiñones, Custodio General de Castilla, y más tarde General de la Orden Seráfica. Todo esto se produce en unos momentos en los que una ola de religiosidad florecía por toda la comarca, y fruto de estas misiones franciscanas va a ser la construcción del Convento de San Alberto del Monte, en Santa Eufemia, fundado por la Bula del Papa Julio II en septiembre de 1504, a instancias de D. Gonzalo Mejía, señor de Santa Eufemía.

Este convento, administrado y habitado por la Orden Seráfica de Menores (Franciscanos), se va a levantar sobre la ermita dedicada al mismo santo, y construida en torno a 1380 por mandato de Doña Beatriz, 3ª Señora del Condado de Santa Eufemia, sobre el mismo lugar donde, según la tradición, sufrió martirio San Alberto, y que luces extrañas, surgidas durante varias noches sobre ese lugar, llamado El Robledillo, llevó a los vecinos de dicha villa a deducir que ese era, y no otro, el sitio mismo del martirio.

Va a ser la misión apostólica y la labor extraordinaria y piadosa desarrollada por estos frailes la razón por la que los vecinos de la villa de Chillón y Almadén decidan erigir el convento de San Antonio de Padua, fundado por Fray Juan de la Puebla en 1514, extramuros de la villa de Chillón, en el mismo lugar en el que a principios del siglo XV se levantó una ermita a San Antonio como agradecimiento por el cese de una plaga de pulgón y otros insectos que había afectado de manera dramática a las viñas de la población.

Para su construcción se sacó Bula del Papa León X y licencia del Obispo de Córdoba, quedando su administración en manos de los padres franciscanos, aunque debido a la pobreza de materiales utilizados, el convento presentó ruina en 1562, por lo que Don Diego Fernández de Córdoba, III Marqués de Comares, mandó reedificarlo a expensas suyas. Atendiendo a las Relaciones de Felipe II de 1579, referentes a dicho convento, se señala:

“… y en el termino desta villa poco mas de un cuarto de legua esta cara oriente un monasterio de frailes de la Orden del Señor San Francisco en el cual continuamente hay una quincena de frailes poco más o menos entre los cuales hay predicadores, confesores y de Misa…”

Texto: Carlos Mora