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En tiempos de los romanos a la capital extremeña se la conocía como Norba Caesarina. En el pasado siempre fue una fortaleza defensiva. Su situación geográfica la forzó a serlo, y forjó, a lo largo de los siglos, su carácter recogido. Entre otros muchos, allí se dirimieron conflictos entre musulmanes y cristianos, e intensas disputas territoriales con los vecinos portugueses. La vida era una constante búsqueda de protección. Si nos fijamos, en Cáceres no hay un gran río – es la única capital de provincia española que no lo tiene -, se fundó con un objetivo básicamente militar. Y funcionó, porque hoy sigue casi igual.